Las verdades de Rajoy

n los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920 la selección española de fútbol derrotó a Suecia con un gol decisivo del defensa José María Belauste que se convirtió en leyenda porque antes de marcar de cabeza, gritó a su compañero Sabino: “¡A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo a todos!” y arrolló a cuatro suecos entrando en la portería con el balón. Con la actitud aguerrida de Belauste –y de todo el equipo– en aquel partido nació ‘La Furia Española’, que aún hoy caracteriza a nuestra selección.  


Me acordé de este evento deportivo la semana pasada viendo la comparecencia de Mariano Rajoy en la comisión de investigación sobre la Operación Cataluña en la que, además de negar su existencia, desconcertó hasta la desesperación a los portavoces de Podemos, Junts, Bildu, ERC, Sumar y el PSOE. Como el legendario futbolista vasco, acabó arrollándolos a todos con ‘las verdades de Rajoy’. Como las del barquero.


Hubo tres momentos muy ‘atractivos’. El primero con Gabriel Rufián que intentó acorralarle con malas formas y, tras la réplica de Rajoy, acabó desesperado abandonando la estancia. El segundo ‘encuentro’ fue con el portavoz del PSOE, Manuel Arribas, al que contestó con tanta elegancia como dureza con hechos de la situación política actual: “Por lo visto, yo tenía que conocer lo que hacían 100.000 policías y el presidente del Gobierno no tenía que conocer lo que hacía su ministro de Transportes, el señor Ábalos”, recordó al diputado socialista.


Fue contundente al señalar la dependencia del Gobierno del separatismo: “Esta comisión no es más que el precio que han pagado por siete votos. Porque por siete votos también han aprobado la amnistía…, por siete votos se dejan humillar por un señor que está fugado de la Justicia…, por siete votos han perdido ustedes, señores del PSOE, la dignidad, que es lo peor que puede perder un ser humano. Espero que al menos no desguacen el Estado”, añadió.   


No podía faltar Ione Belarra que le reprochó que los tomase por tontos negando que el Ejecutivo hubiese espiado a su grupo y, falta de más luces, apeló a los estereotipos sobre los gallegos. “No sé de dónde ha sacado ese gracejo, los gallegos no tienen fama de graciosos”, afirmó. En su respuesta, Rajoy no quiso hacer sangre y volvió a negar con contundencia el espionaje: “Si usted cree que eso significa que la tomo por tonta, es su problema y no el mío, que yo no he dicho nada sobre la tontería… No tenía ninguna intención de hacer una investigación sobre ustedes, no son tan importantes”, concluyó.


Ninguno de los ‘interrogadores’ logró alterarlo. Con su bagaje dialéctico y experiencia parlamentaria, dominó la sesión. Fue esquivo cuando quiso, directo cuando le convenía y sarcástico cuando la situación lo requería. Los destrozó a todos y hasta les recomendó la lectura de su libro ‘Una España mejor’. Rajoy en estado puro.

 

Las verdades de Rajoy

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