Debería revisarse con carácter de urgencia el diccionario ‘koruño’ de toda la vida y darle un nuevo uso a la muy desagradable expresión ‘estar chinado’. Siendo coherente con los tiempos que corren, se ajustaría mucho más a la realidad decir que, orgullosamente, la ciudad lo está cada vez más. Y tiene una explicación: se maneja a la perfección en los pormenores de la cultura del gigante asiático, hasta el punto de unirse de manera masiva a las celebraciones del Año Nuevo y acudir a una degustación de productos típicos sabiéndose al dedillo buena parte de lo que allí se oferta.
El supermercado asiático Donaya Market, que el pasado 17 de febrero abrió sus puertas en el polígono de A Grela, quiso compartir las fechas más especiales para la comunidad china con una convocatoria masiva en la que dio a conocer algunos de los productos típicos que se consumen en estos días. Programó cuatro sesiones para el jueves y otras cuatro para el viernes, ambas gratuitas y para 15 personas. Las plazas volaron, lo que significa que más de un centenar de coruñeses dieron la bienvenida al año de la serpiente. Los que en 1985 veían la llegada del grupo Town como algo exótico no podían ni imaginarse el calado que, sólo cuatro décadas después, su legado tendría en la ciudad: personas de todas las edades con inquietudes, ganas de probar, de preguntar por preparaciones y costumbres. La ciudad en la que nadie, ni ningún plato, es forastero.
Debido a que los matices y hábitos son notablemente diferentes entre el balcón atlántico y los cantones chinos la organización apostó más por una preparación tipo snack o picoteo. Eso sí, cada propuesta llegó acompañada de una bebida típica. El combo inicial fue una opción a base de gambas, regada con una bebida de aloe vera de fresa. “Es coreana y la más popular de Asia”, matizó la organización. “Es purificante, y para los asiáticos primero está el interior y luego el exterior”, añadió.
Al snack de patata, gamba y verdura, el más aplaudido, le tocó de maridaje una kombucha de arándanos, que gustó especialmente a los más pequeños. No necesitaron de demasiada glosa el ku-bak, una especie de ‘ropa vieja’ con los restos de arroz que quedan en el wok, ni tampoco los mundialmente famosos mochis, en este caso de coco.
El homenaje y la mejor metáfora del matrimonio entre las dos culturas fue la invitación a una cerveza Asahi, distribuida en la ciudad por Estrella Galicia y de sobra testada anteriormente por muchos de los presentes. Las gyozas de verduras y pollo, varios snacks de alga marina o las bolas de sésamo que simbolizan la fortuna y con las que juegan los dragones completaron una ecléctica propuesta que hizo las delicias de todos y que provocó que muchos pasaran por caja antes de regresar a caja. Por supuesto, los trabajadores chinos cerraron de rojo ceremonial los 18 de fiesta que implica el Año Nuevo. Aquí solemos concentrar los festejos en dos. Pero qué dos.