Ahora que consumimos frenéticamente 'Big' y 'Cocktail'. Ahora que nos emocionamos cada vez que John McClane vuelve a salvar el Nakatomi Plaza. Ahora que el hecho de regalar un vinilo vuelve a ser sinónimo de exclusividad. Sabemos y adoramos tanto los ochenta que da la impresión de que las hombreras tarde o temprano asomarán de nuevo. Sin embargo, de lo que pasaba a la vuelta de la esquina, en locales que ahora no dejan rastro de su agitada actividad cuatro décadas atrás, existen pocos o casi ningún documento audiovisual. Este diario ha podido reactivar el condensador de fluzo y viajar a tal día como hoy en 1988, cuando la noche de A Coruña era radicalmente distinta. Bienvenidos a C'assely. Bienvenidos al primer gran Fin de Año para muchos que ahora superan el medio siglo. El archivo personal de alguno de aquellos protagonistas, así como un programa de restauración digital (con IA), han hecho posible este viaje.
Aunque muchos no lo sepan, parte del legado de C'assely aún tiene calado en las innumerables fiestas de Fin de Año. “Fue el primer local de A Coruña en exigir etiqueta para poder acceder a su cotillón”, comenta Emilio Ron, uno de los pocos relaciones públicas y hosteleros que mantienen vivo el espíritu de entonces. Pachá acabaría por hacer lo propio y extender el hábito por toda la ciudad. Buena parte de las ideas que hicieron a C'assely el objeto de deseo para los que empezaban a salir tiene que ver con el fallecido Carlos, gerente, director y relaciones públicas de la sala. “Siempre fue el director con más estilo y carisma aquella época”, matiza Ron.
Pongamos en contexto el lugar. Olvidemos cualquier tipo lujo y glamour. Situado en la calle del Pintor Joaquín Vaamonde, posterior refugio para after hours a cada cual más infame, la dirección de entrada a C'assely era la misma que la de salida. En la pista, epicentro del pequeño recinto, las luces giraban a la velocidad del sonido y convertían el espacio en una suerte de Coliseo, donde muchos 'gladiadores' bajaban entonces a la arena por primera vez. O una “mini plaza de toros”, como todavía recuerda algún nostálgico de aquel 'ruedo'. Da la bienvenida el 'I just can´t get enough' de Depeche Mode, un temazo que el DJ, el también reconocible Alfonso, no tuvo ningún reparo en alternar, por ejemplo, con Dionne Warwick.
Entre los rostros más reconocibles de esa grabación está Javier Sanjurjo, quien entonces apenas abrazaba la mayoría de edad. "Era un antro de carajo", bromea. "Deduzco que no cumpliría ni una sola medida de seguridad, pero era divertidísimo: nos juntábamos una cantidad de gente que todavía sigue siendo de mi pandilla", añade.
Sanjurjo, que asegura no haber abandonado la noche, le puede la nostalgia a la hora de hablar de sus compañeros de pista de entonces. "Lo maravilloso es cómo ha derivado cada uno: hay desde directores comerciales de empresas enormes a otros que no consiguieron hacer las cosas tan bien, pero es que en aquella época no existían los estudios con una determinación tan brutal", subraya. "Había mucho coqueteo con las drogas y también menos control de nuestros padres, porque no podían tenernos localizados por el móvil", indica.
Ahora, sigue siendo un habitual de El Antiguo, el Tarugo, Chaston o el Vela, pero tiene clara su preferencia. "Me quedo con aquellos tiempos porque, aunque el tiempo lo desvirtúa todo y lo idolatras, todo era nuevo para nosotros entonces, pero también menos peligroso. Cosas que ocurren ahora en temas de seguridad no sucedían en ese año de C'assely", sentencia el ahora trabajador de Inditex.
Otras estampas del vídeo que remiten a tiempos pasados, en calidad VHS, son las montañas de vasos o los fumadores consumiendo libremente en el interior de la pista. En eso se ha avanzado, aunque para muchos es parte del encanto. También pueden observarse en el vídeo las atemporales tapas de oreja, aunque seguro los temas han variado notablemente.
Para Marcos Samaniego, entonces de 17 años, aquel fue el primer Fin de Año de su vida. El de esta noche será, curiosamente, el primero de su hijo. Arquitecto de prestigio, dice mantener relación con muchos de los que aparecen en el vídeo. "C'assely fue como el despertar, el descubrir un mundo nuevo, el de la noche, el de las chicas y el de socializar", reconoce. "Creo que íbamos un poco más a lo loco y estábamos menos centrados de lo que están nuestros hijos ahora", finaliza Samaniego, retirado del mundo de la noche, a pesar de que, según sus coetáneos, era uno de los que más tirón tenía sobre la pista de baile.
Tampoco pasan inadvertidos a los habituales de entonces, y también de ahora, el hostelero Che y su amigo Jose Cacheiro. Todos ellos podrían ser protagonistas de una versión coruñesa de 'Cachitos', pero en realidad algunos siguen escribiendo su propia historia y manteniendo la ciudad como referente de la fiesta. Porque, aunque mucho, tampoco hemos cambiado en lo importante: saber andar de parranda e durmir de pé.