A Coruña ha perdido la mitad de sus bares en los últimos 25 años

El cambio de hábitos provoca que se cierren locales pequeños en los barrios y crezcan los restaurantes
A Coruña ha perdido la mitad de sus bares en los últimos 25 años
La calle de la Barrera es uno de los epicentros de la restauración

Son los hábitos del día a día los que modifican los usos del lenguaje y tiran de las nuevas expresiones y vocablos hasta llegar a la frontera de la RAE. En A Coruña, una ciudad tradicionamente de ocio y buen vivir, conceptos como el “nos vemos en los bares” o abrigarse al “calor del amor en un bar” podrían evolucionar en un no muy largo espacio de tiempo al “nos vemos en el after work” o “el calor del amor en un wok”. Y es que si bien las cifras sobre licencias, aperturas y cierres llamarían a encender las luces de alarma y hablar de una notable pérdida de establecimientos, es necesaria una lectura más profunda para evitar caer en el desasosiego. Los datos de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de A Coruña, amparados por el INE, hablan de una pérdida de la mitad de las licencias de bar y cafetería en los últimos 25 años (de 3.095 a 1.222), así como de un repunte de los restaurantes (295 en 1999 frente a los 417 del último censo).


La media todavía se sitúa por encima de la nacional: un bar por cada 150 habitantes, frente a 1 por cada 176 a nivel estatal. Bastan dos comprobaciones para erradicar cualquier sombra de duda acerca de la salud de la hostelería en la ciudad. Por un lado, los datos de récord de facturación que se suceden cada verano o navidades o la instantánea de los últimos días principalmente en la zona centro. Por otro, las palabras de los propios empresarios, que se refieren básicamente a un cambio de modelo y no a una crisis de consumo. Y es que, según afirman algunos de los rostros más conocidos del sector seguimos siendo muy de salir, pero nos acomodamos de otra forma y exigimos otro tipo de servicios.

 

Gustos

Según el presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de A Coruña, Héctor Cañete, es muchas veces el estómago el que habla. “Antes existía el típico bar de barrio, de tazas y de consumiciones pequeñas, pero hoy en día es cada vez más insostenible un bar sin comidas: tienes que sacar una licencia de restaurante para dar buen servicio y ésta es mucho más cómoda para trabajar”, reconoce. 

 

En la misma línea se pronuncia el dirigente de los hosteleros de La Marina, Alberto Boquete, responsable de la coctelería más longeva de A Coruña, el Afterwork, así como de La Mansión, donde es posible desayunar, comer, cenar o tomar la primera copa de la noche. “El modelo ha cambiado completamente y no tiene absolutamente nada que ver con el de antes: se ha reducido el número de licencias, sí, pero los locales que existen son muchísimo más grandes que hace 25 años”, recuerda. “Hoy gusta el establecimiento de 500 metros cuadrados, con diferentes tipos de ambientes, y es ahí donde los negocios pequeños encuentran un escaso margen de maniobra”, prosigue.


Un caso paradigmático son las más recientes aperturas de restaurantes orientales o los famosos wok: espacios que ocupan antiguas naves industriales de cientos de metros cuadrados, y en los que se paga una cantidad fija por comer hasta saciarse. Otros, como Donaya Market en San Andrés, integran el supermercado y el street food para preparar en casa aquello que acabamos de disfrutar.

 

Tradición

El pasado miércoles la histórica taberna Os Belés echó el cierre y todavía está en el aire si será un punto y aparte o seguido. Son varias las ofertas que ha recibido la propiedad para tomar la alternativa de un negocio con seis décadas de historia. Algunas tienen un proyecto continuista y otras pasan por la reinvención. Por ejemplo, la conocida Casa Ramón la zona centro es ahora un restaurante de alto standing. Y es que en las antípodas de la vorágine de aperturas y espacios lounge, after lo que sea, cocktail bar y demás denominaciones instagrameables permanece el bar de barrio. Ese en el que ni siquiera hay que abrir la boca para pedir o, como mucho, la pregunta de cortesía: “¿Lo de siempre?”.

 

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A Cunquiña mantiene la esencia de tasca de siempre

 

Muchos han optado por modernizarse antes de morir y ya dominan las redes sociales para convocar eventos de proximidad. Sin embargo el problema no es que a los coruñeses no les siga gustando ir a A Cunquiña, O Faiado o el Sanín, sino que los negocios familiares son cada vez más una utopía. “El relevo generacional y la falta del mismo es un problema que no sólo afecta a la restauración”, lamenta Héctor Cañete, en la misma línea que su homólogo de La Marina. “Muchos bares que han cerrado eran locales que regentaba un matrimonio, con un empleado o dos”, asevera Alberto Boquete. “La hostelería también a evolucionado respecto a gente que trabajaba 16 horas al día 7 días a la semana: se busca calidad de vida”, agrega.


Por su parte, Emilio Ron lleva más de tres décadas al frente de diversos locales de tendencia y de su linaje nació el icónico Bar de los Ron. “El descenso va a ser exponencial porque ha cambiado el tipo de consumo: hoy casi el 30 por ciento es take away y antes no se veía a la gente con un vaso de café por la calle. No quedan sitios como el Rápido o el Coral y el trabajador busca alternativas lejos de la hostelería”, advierte.
Sin embargo, a pesar de la bajada del número de licencias de hostelería y el ocio nocturno, como por ejemplo en el Orzán, eso de que ‘A Coruña se divierte’ es una realidad a comprobar en las calles cada semana y de la que dan fe los tickets año tras año. Encontrar una mesa para cenar, en plenas fiestas, es todo un reto. Al final, la gentrificación parece haber llegado también a la barra de los bares. 
 

A Coruña ha perdido la mitad de sus bares en los últimos 25 años

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