Hostelería de A Coruña: el que espera se vuelve desesperante

Los restaurantes de la zona centro están al límite de su capacidad para dar servicio, algo que los clientes no siempre entienden
Hostelería de A Coruña: el que espera se vuelve desesperante
Una familia aguarda por una mesa en la calle de los Olmos | Javier Alborés

El éxito de A Coruña como destino gastronómico provoca con una frecuencia cada vez más mayor que, al igual que se habla de ocupación hotelera, también pueda usarse un término semejante para la hostelera. Basta con dar una vuelta por cualquiera de los restaurantes, barres o casas de comidas más reconocibles para darse cuenta de que no solamente están al límite de sus capacidades, sino que en muchos casos rebosan por expreso deseo de los clientes. Confían en que fallen las reservas, pero también en que los hosteleros y los empleados se conviertan en una especie de superhéroes y que hagan de la buena cocina una suerte de fast food: llegar y besar el santo o, mejor dicho, llegar y comer como Dios.

 

Comparación

No acostumbran a quejarse, pero en las caras de los clientes, especialmente los turistas, proliferan las muecas de asco cuando el tiempo de espera, tanto por la mesa como por la comida, supera lo que tardarían en recoger un BigMac a través de la ventanilla del coche. “Viene muy unido a las reservas y la fiabilidad del cliente: si haces reserva y se cumplen los plazos, el propietario puede ordenar y controlar mejor los golpes de trabajo”, explica Héctor Cañete, presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería. “Un concierto es un concierto, y siempre tienes más personal para atender, pero cuando se trata de comida elaborada no se puede pretender pedir y ser servido”, añade el representante del sector, que además sentencia: “Para eso se ha inventado el primer plato: existe un proceso de preparación y elaboración y los tiempos de espera son, como mínimo, mejores que en otros países del mundo”.


Una muestra de la capacidad de reclamo del grupo Peculiar es que encontrar una mesa sin reserva se convierte en una odisea. Su responsable, Álvaro Victoriano, es además presidente de la asociación Coruña Cocina. Nadie discute que en el siempre complicado mes de agosto, por ejemplo, el hostelero pidió un poco de comprensión y que los tiempos se alargan, pero pide poner las cosas en perspectiva. “Si te vas fuera de A Coruña, ¿cuánto es el tiempo medio de espera? Muchas veces cuando estamos de vacaciones nos volvemos egoístas, hay gran trabajo que se ve empañado por casos puntuales, pero debemos tener en cuenta que no somos robots”, subraya. 


Por otra parte, el madrileño afincado en A Coruña reconoce que en ese proceso de espera también hay un debe para el hostelero y que éste debe mantener la comunicación. “A veces, por coger esa mesa de más, nos complicados la vida. En nuestros locales todo el proceso de cena es de aproximadamente una hora y media de duración, pero también tenemos días malos. Si la cocina está colapsada, es nuestro deber avisar”, apunta.

 

Ocio nocturno

No es la hostelería tradicional el único foco de nerviosismo para los clientes. Las Fiestas de María Pita, su ampliación horaria y la capacidad de bailar hasta entrada la mañana fueron un reclamo turístico que funcionó. “Es increíble cómo está la ciudad a las 06.00 horas, hay sitios en los que no se cabe”, afirma un matrimonio cordobés antes de probar suerte en la calle Torreiro. De hecho, la capacidad de los establecimientos está tan al límite que muchos optan por la tertulia en la calle. 


Uno de los referentes de esa zona es Aeroclub, donde se ha tenido que reforzar el servicio después de que la cola de clientes se haya vuelto insaciable durante la primera quincena de agosto. “Los clientes no tienen aguante: el sábado ‘petamos’ totalmente y tuvieron que venir de La Intrusa y La Campana para darnos salida. El cliente quiere para ya y para ayer, y la agresividad crece según avanza la noche”, lamenta el hostelero, que en cuanto detecta un conflicto dice cortar inmediatamente.


Y es que pocas veces se ha hecho tan real eso de que el que espera desespera. A todos. 

Hostelería de A Coruña: el que espera se vuelve desesperante

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