María Fasce | “Mi vida es de editora, pero la escritura es algo permanente, casi diría como un enamoramiento”

La autora argentina visitó ayer la ciudad para presentar, en la Fundación Luis Seoane, su obra más reciente, ‘El final del bosque’, con la que logró ganar el premio de novela Café Gijón 2024, y que nace de una pesadilla, real, que transcurre en un recuerdo infantil
María Fasce | “Mi vida es de editora, pero la escritura es algo permanente, casi diría como un enamoramiento”
María Fasce, ayer en la Fundación Luis Seoane | Quintana

La escritora y editora argentina María Fasce, directora literaria de Alfaguara, Lumen y Reservoir Books, visitó ayer la Fundación Luis Seoane para presentar ‘El final del bosque’, su última obra, con la que ganó el premio de novela Café Gijón 2024.

 

Una novela que nace de una pesadilla. 
Sí (ríe). La primera imagen, la idea, surge de una pesadilla. Soñé, hace tres años y medio, que mis dos hermanos y yo, de adultos, en el presente, estábamos viviendo en una cabaña en el bosque de nuestra infancia, en Mar del Plata (Argentina), donde nos refugiábamos cuando llovía, como hoy en Coruña (ríe), al que no habíamos vuelto desde hacía más de 40 años. En el sueño estábamos los tres y yo me asomaba a la ventana y veía tendido en el barro bajo la lluvia a un hombre inmóvil, muerto. Corría a la cocina a decirle a mis hermanos que había que llamar a la ambulancia y ellos seguían tomando mate y no me hacían caso. Lo que era peor, yo también me sentaba y tomaba mate con ellos, como si no hubiera pasado nada. Me levanté impresionada y pensé: “Tengo una novela aquí, tengo que averiguar quién es ese hombre, por qué estábamos en casa y qué va a pasar”. Me lancé a escribirlo con entusiasmo e incluso intriga, yo misma, por descubrir qué iba a ir pasando.

 

Solemos decir que es complicado recordar los sueños al día siguiente, pero encima plasmar esa idea en una novela tiene que serlo más. 
Me acuerdo siempre que Borges decía que no hay nada más aburrido que los sueños ajenos. Obviamente, no iba a reproducir un sueño, más bien esa imagen, ese conflicto, fue el detonante de una historia que ya no iba a tener que ver con mis hermanos, ni conmigo, iba a tener vida propia. Se trataba de crear ese mundo, esas relaciones entre los personajes, esa psicología de los personajes que pudiera atrapar al lector, personajes que tuvieran giros en la trama... orquestar esa historia con los objetivos que siempre me pongo: entretener, sorprender y conmover. Siempre busco eso.

 

Además de hablar sobre la familia y esa vuelta a la infancia, entre otros temas, la novela se asoma a la locura. 
Desde luego, cuando escribo no busco tratar temas, ni aspiro a hacer retrato de ningún tema. Pero sí me interesaba trabajar el personaje de la narradora, que fuera una narradora poco fiable, que el lector también pudiera tener esa inquietud que duplica el suspense, ese ‘¿será así realmente?’, de ese modo trabajé a Lola, un personaje complejo, que tanto puede ser el más lúcido de todos, que tener una percepción distorsionada de la realidad.
 

Es un libro que bebe de otras obras, porque cita numerosos pasajes de otros libros. 
Espero que todo sea coherente con el libro. Tuve muy claro que la narradora iba a ser alguien que tuviera una relación estrecha con la literatura, es editora y escritora... en eso se parece un poco a mí. Cada sensación, cada cosa que le pasa la conecta con una lectura o un libro. Yo siempre estoy recordando algún pasaje de algún autor. Lola vive en un bosque, pero se refugia en las palabras, como un modo de ordenar el mundo, de explicarlo, incluso de explicar lo inexplicable.

 

Igual que usted, Lola es editora y escritora. En su caso, ¿cómo conviven esas dos facetas que pese a estar ligadas son tan diferentes?
Son completamente diferentes, pero se llevan muy bien. Desde que empecé a leer supe que quería ser escritora. Eso desencadenó el querer escribir y producir en otros eso que los grandes escritores producían en mí, emociones tan fuertes. John Banville lo dice muy bien, la maravilla de que signos negros sobre una superficie blanca puedan producir en el cerebro imágenes, emociones... un poder te diría que mayor que el del cine.

 

¿Y cómo llega a la edición? 
Haciendo periodismo, de una manera azarosa. Un escritor me dijo que buscaban editor en Emecé, yo no sabía lo que era ser editor. Me dijo ‘tú lees en seis idiomas y has leído mucho, preséntate’ y me tomaron en Emecé, hace 32 años. Fue el descubrimiento de una pasión, una vocación muy grande. La edición es casi el oficio más hermoso del mundo, descubrir a los demás libros ajenos, contagiar esa pasión por los libros. Mi día a día es mi vida de editora, pero la escritura es algo permanente, cuando tengo una historia, me acompaña, casi diría como un enamoramiento. La escritura requiere de tesón, paciencia y, sobre todo, de entusiasmo. 

María Fasce | “Mi vida es de editora, pero la escritura es algo permanente, casi diría como un enamoramiento”

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