El miedo a ir al médico durante la pandemia se convirtió en un obstáculo silencioso. Muchos pacientes retrasaron su consulta, temiendo más al virus que a sus propios síntomas, y cuando finalmente cruzaron la puerta del hospital, ya no era solo una visita, sino una carrera de fondo cuyos efectos han durado años. “Tuvimos situaciones en patologías, tanto agudas como graves, que hacía muchos años que no veíamos”, lamenta la médica internista del Chuac Beatriz Seoane.
La llegada de la pandemia hizo que el hospital se reorganizase y se habilitasen nuevos espacios para los infectados. Muchos médicos pasaron a trabajar codo con codo junto a otras especialidades diferentes a la suya para apoyar a sus compañeros desbordados por la emergencia sanitaria. El covid lo teñía todo y muchos casi se olvidaron de que el resto de enfermedades no se habían ido a ninguna parte. “Mantener la asistencia sanitaria a las patologías crónicas fue el gran reto escondido del sistema sanitario”, asegura Seoane. Precisamente ella no vio ningún caso de covid durante la crisis sanitaria. “Fue una labor muy difícil”, asegura.
La internista explica que había una doble situación de miedo. Por un lado, el de los propios sanitarios, que se enfrentaban a una situación “totalmente extraordinaria” llena de “incertidumbre”. Pero el más preocupante fue el temor a recurrir a un centro sanitario. “El miedo a la consulta hizo que los pacientes llegasen al hospital en una situación francamente grave”, lamenta Seoane.
El impacto fue enorme y afectó a un gran número de patologías. “Veíamos llegar pacientes con eventos agudos, como infartos de miocardio o cerebrales, que consultaban con muchísimo retraso, lo que empeoró mucho el pronósticos de estos enfermos”, explica.
Las enfermedades cardiovasculares y respiratorias fueron de las más afectadas por esta situación excepcional, pero también las oncológicas sufrieron mucho retraso en sus diagnósticos. “Estaban ya muy avanzadas y fue una pérdida de oportunidades muy importante en el tratamiento de estos pacientes”, asegura la especialista del Chuac.
La otra vertiente fueron las enfermedades crónicas. Durante la crisis, sufrieron el parón de la actividad física, algo que en estas patologías es de vital importancia. Su riesgo a contraer el covid y el miedo a las consecuencias hizo que muchas personas retrasasen continuar con las visitas al médico y, cuando lo hacían, “llegaban con en situaciones muy graves y con descompensaciones muy severas”.
El colectivo más castigado fue, como es habitual, el de personas mayores: “No solo tuvieron un retraso importante ante esa necesidad de asistencia porque no lo demandaban, sino que hubo que añadir el aislamiento, el confinamiento y la falta de actividad. Todo esto, para esas personas, fue una bomba de relojería”.
El efecto del retraso de los diagnósticos no solo se dio durante los primeros meses de la pandemia, sino que duró años, aunque después de las primeras olas, el covid empezó a convivir con el resto de gripes y procesos respiratorios habituales. “Y lo hizo de manera natural”, afirma Seoane.
Las altas tasas de vacunación en la población fueron muy importantes para llegar a la situación de convivencia actual. “Ahora el covid es un virus respiratorio más que nos acompaña como otros muchos”.
Más allá del horror, la pandemia supuso un aprendizaje en muchos sentidos. Para Beatriz Seoane, lo más importante es transmitir confianza a la población en situaciones de crisis.
Por ello, la internista aboga por crear protocolos para que la gente se sienta segura de acudir al médico en emergencias sanitarias porque, recuerda Seoane, “los síntomas que estaban teniendo eran más importantes que el miedo al covid”.
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Sonia García: “Dejar de ir a fisioterapia hizo que la enfermedad avanzase más” |
Las patologías crónicas, como la esclerosis múltiple, sufrieron mucho el parón que supuso el confinamiento y, en la mayoría de los casos, trajo consigo un empeoramiento de la enfermedad. Pero no fue el único efecto. “Esa situación de estrés dio paso a que se diagnosticaran muchos casos y recibimos muchas llamadas de gente nueva”, recuerda Sonia García, presidente de la Asociación Coruñesa de Esclerosis Múltiple (ACEM). “Esa situación de estrés de la pandemia dio paso a que se diagnosticaran muchos casos nuevos
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