Detrás del nombre de Antonio Maçanita no solo hay un enólogo portugués, sino también una forma de entender el vino como una expresión de territorio, memoria y futuro. Desde sus inicios en 2004, con apenas 23 años, Antonio emprendió su camino en el mundo del vino sin bodega, sin viñedos y sin capital. Solo con una idea clara: rescatar el patrimonio vinícola de Portugal, poner en valor variedades autóctonas y recuperar zonas vitivinícolas históricas.
Dos décadas después, su firma está presente en proyectos únicos repartidos por todo el país: desde los suelos volcánicos de Pico, en las Azores, hasta las montañas del Douro, pasando por el Alentejo más profundo. “Todo empezó en la tierra de su madre, Alentejo. Después vino el proyecto en las Azores, donde yo soy originario, y fundamos juntos la Azores Wine Company en 2014”, explica Filipe Rocha, socio fundador de esta compañía y responsable financiero del grupo.
Uno de los sellos de identidad del trabajo de Maçanita es su apuesta por la mínima intervención en la vinificación, lo que permite que cada variedad y cada territorio tengan su espacio. “Hacemos más de 90 referencias al año, todas distintas. En nuestras botellas se puede recorrer Portugal a través de sus paisajes, suelos y climas. En Pico, por ejemplo, trabajamos sobre roca madre volcánica de erupciones de hace 500 o 1.000 años. En Puerto Santo, en suelos de arenas calcáreas. En el Douro, nos movemos por zonas altas, más frescas, donde las condiciones no son las ideales para el vino de Oporto, pero sí para vinos de mesa sorprendentes”, cuenta Filipe.
Lo que para otros eran viñedos abandonados, sin interés comercial, para Antonio Maçanita se convirtió en una oportunidad para abrirse paso en el sector. En muchos casos, se trata de cepas plantadas hace más de medio siglo, con variedades que ni siquiera están completamente catalogadas genéticamente. “Estamos recuperando viñedos, variedades y también edificios históricos. En Alentejo, por ejemplo, restauramos un pazo medieval del siglo XIV que estaba en ruinas. Todo eso forma parte de nuestro día a día”, apunta.
Los vinos firmados por Antonio Maçanita están hoy presentes en mercados de todo el mundo —desde Estados Unidos a Japón, pasando por Europa, Panamá o Brasil— y también se distribuyen en España a través de redes de tiendas gourmet.
En un sector cada vez más globalizado, su propuesta se aleja del estándar. No hay una única línea, ni una única zona, ni una única forma de hacer. Lo que une todos sus vinos es la autenticidad, la curiosidad y el respeto por el lugar. Como dice Filipe, “cuando alguien prueba un vino de Antonio Maçanita, está descubriendo un Portugal distinto, inesperado, lleno de matices y de historia”.