Como si fuera la mítica espada de Damocles, los coruñeses viven con la incertidumbre de cuándo el Ayuntamiento activará los radares que controlan las principales vías de acceso al a ciudad. La alcaldesa, Inés Rey, anunció ayer que lo demora un mes más (y ya van dos) en vista de que no ha crecido el número de infracciones por exceso de velocidad que detectan los radares pedagógicos.
Estos son sensores instalados en distintos puntos de la ciudad (la mayoría, cerca de centros educativos) y que no tienen como objetivo sancionar, sino simplemente recoger datos y advertir a los conductores cuándo exceden el límite de velocidad mediante un letrero. La regidora había anunciado el diez de enero que, de no moderarse la rapidez en el interior del casco urbano, la Policía Local comenzaría el uno de marzo a sancionar utilizando los dos radares que instalan alternativamente en siete puntos de la ciudad. A principios del mes pasado, Rey no llegó a reconocerlo públicamente, pero otras fuentes consultadas confirmaron que el número de infracciones al límite de velocidad había caído.
Esto proporcionó un respiro a los coruñeses y parece que se han ganado otro. En realidad, según los datos recabados por los radares pedagógicos situados en el centro, solo el 5% de los coches detectados superaba el límite a finales del año pasado, aunque en el de Alfonso Molina la cifra de infractores llegaba al 25%. Casi 70.000 conductores rebasaban los 80 kilómetros por hora. Allí, en un tramo de 50, se registró un pico de 122 kilómetros por hora. La alcaldesa lo consideró “inadmisible”.
En julio del año pasado se habían instalado siete cajas para acoger los radares pero solo se adquirieron dos cinemómetros. La idea es reubicarlos cada cierto tiempo, de manera que el conductor nunca sepa dónde se encuentran. Rey aseguró siempre que no se trata de sancionar, si no de mejorar la seguridad vial en el casco urbano, donde la Policía Local registra cerca de 800 accidentes con heridos cada año. Se trata de una cifra baja comparada con otros años.
Un detalle curioso es que de los diez radares pedagógicos, tres se encuentran en puntos de gran tránsito: Alfonso Molina, Pedro Barrié de la Maza y avenida de La Habana. Los otros siete se localizan cerca de colegios, como el CEIP Sagrada Familia en el caso de la ronda de Outeiro.
Por el contrario las cajas de los radares sancionadores se hallan en grandes arterias de la periferia: Tercera Ronda (2), carretera de Baños de Arteixo, la avenida de A Pasaxe, la de Salgado Torres, la de Finisterre y Alfonso Molina (a la altura del IES Fernando Wirtz).
Hay que tener en cuenta que muchos de los radares pedagógicos se instalan en Zona 30, donde es más habitual superar el límite. Pero en muchas de las arterias antes mencionadas se puede circular a 50 kilómetros por hora o hasta 80, así que las infracciones son más leves.