Coruña Insólita | Las doce en punto en el Obelisco, veinte minutos más en Madrid

El monumento del Cantón Grande cumple hoy 130 años marcando el rumbo de los vientos y dando una hora que, en 2025 es la misma, pero que a finales del siglo XIX era diferente a la de la capital
Coruña Insólita |  Las doce en punto en el Obelisco, veinte minutos más en Madrid
El Obelisco, en una imagen histórica del siglo XX | J. Sellier - Colección Rubén Ventureira

Un 10 de febrero de 1895 se inauguraba el Obelisco en el Cantón Grande. Como era de esperar en el invierno coruñés, llovió. Y mucho. Así que los discursos se pronunciaron en el Ayuntamiento y, al acabar, todos se trasladaron, calle Real mediante, hasta el nuevo monumento para rendirle homenaje. El bautizo fue con mucha agua pero no parece haberle ido mal del todo, puesto que, 130 años después, ahí sigue, señalando por dónde sopla el viento y marcando la hora, aunque pocos de los que pasan a su lado levanten la vista del móvil y se paren a mirar si llegan a tiempo.


En 2025, el reloj marca la misma hora que en la capital, pero no siempre fue así. Acostumbrados como estamos a añadir la coletilla de “una hora menos” cuando nos referimos al tiempo en Canarias, se nos olvida que, durante un tiempo, A Coruña y Madrid no se regían por el mismo horario.


Ya en agosto de 1891 ‘El Telegrama’, el diario republicano de A Coruña, editorializaba sobre los problemas que conllevaba tener dos horarios diferentes, para confusión de los ciudadanos que se encontraban con la oficina de Correos cerrada o perdían trenes y carrilanas porque, en ambos casos, se regían por el horario de Madrid, mientras que los locales seguían el del meridiano de A Coruña, ese que atraviesa la plaza de María Pita y está marcado con una línea metálica entre el ayuntamiento y los soportales cercanos a Puerta Real. Así que los relojes de las instituciones estatales daban el tiempo de la Meseta mientras que los del Consulado o de Capitanía marcaban el ritmo que seguían los locales.


Apenas veinte minutos


La diferencia no era demasiado elevada, apenas veinte minutos de diferencia (19 minutos y veinte segundos, concretamente), pero suficiente para que causara trastorno a quienes se confiaban en que tenían margen con el reloj local. Y eso a pesar de que los periódicos marcaban el horario de salida de los transportes y especificaban que era el de Madrid.


En medio de este caos horario, el Obelisco intentaba unificar criterios de una forma muy sencilla: dar ambas horas. Si alguien se para a mirar con detenimiento el Obelisco, verá que tiene cuatro esferas diferentes. Cuando se creó, dos de ellas estaban destinadas a marcar el tiempo de la capital de España y, las otras dos, el de la ciudad herculina.

 

Obelisco
FotografÍa más actual del Obelisco | AEC


Cuatro esferas


De las cuatro esferas, las del Norte y Sur, que miran hacia el Cantón Grande y la bahía, eran las que señalaban la hora de Madrid, mientras que las de Este y Oeste, colocadas en dirección a la plaza de Mina y a la llamada casa de Caruncho, la hora de A Coruña. Así lo describía ‘La Voz de Galicia’ antes de su inauguración.


En 1901 la regente María Cristina establece por decreto el horario oficial español, que sería el del meridiano de Greenwich y el mismo para toda España. Pero, aunque esa fuese la norma, costó dejar la costumbre de regirse por la hora local.


Ese mismo año, el alcalde Teijeiro decide que la hora buena es la de A Coruña y la cambia en todos los relojes, aunque el Obelisco sigue marcando las dos y en 1902, el alcalde Antonio Fernández opta por todo lo contrario: hay que adoptar la hora oficial de Madrid, marcada por el meridiano de Greenwich, para todo aunque muchos seguían rigiéndose por la coruñesa y guiándose por la salida y el ocaso del sol, más ajustados al tiempo local.

 

Dos de los globos estaban dedicados al horario del meridiano madrileño y, los otros dos, al herculino


El tiempo y el viento no era lo único que marcaba el Obelisco. En su día, también tenía una estación meteorológica, similar a la de los jardines de Méndez Núñez, con un barómetro y un termómetro que terminaron quitándose debido a que los vándalos los rompían constantemente.


A día de hoy, lo que figura en la base del monumento son los datos de altitud, humedad, temperaturas máxima y mínima y coordenadas de la ciudad, junto a la placa en la que se rinde homenaje a la persona a la que se dedicó el monumento, Aureliano Linares Rivas, por su labor a la hora de construir cinco muelles en el puerto que permitieron disponer a la ciudad de unas infraestructuras acordes a su nivel.


En honor a Linares Rivas


Él no quería honores, salvo que fueran de carácter benéfico o tuvieran alguna utilidad. Así que, tal y como cuenta el cronista de la ciudad Juan Naya, pensaron en hacer una herramienta meteorológica, que es la primera función con la que nace un Obelisco que, en realidad, no es tal, sino una columna, como las que sujetaban los templos de la antigua Roma, de fuste acanalado y capitel corintio.


El monumento se construyó, en gran parte, con dinero de una suscripción popular y con el proyecto del vallisoletano Gabriel Vitini Alonso. En una curiosa paradoja para ser un reloj, su inauguración sufrió varios retrasos hasta llegar a aquel 10 de febrero de 1895, aunque el relojero local Emilio Vergne, que encargó la maquinaria a Francia, lo puso en marcha un poco antes, en noviembre de 1894. Desde entonces, el Obelisco sigue marcando el ritmo de vida de los coruñeses, aunque ya no miren hacia arriba. 

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