Coruñento a muerte. Así se define Héctor Francesch (A Coruña, 1977). “Mi padre, de la Ciudad Vieja, mi madre, de As Xubias y yo me crié los veranos en As Xubias y el resto del año en Cuatro Caminos”, comenta para explicar cuál es su pedigrí coruñés. Aunque él, más bien, se considera can de palleiro, alguien que podría elegir cualquier rincón de la ciudad como propio. Y presume de ello. “Defiendo el vino de Galicia, la Estrella Galicia... lo que creo es que estamos vendiendo barato Galicia. Y A Coruña. Muy barata –reflexiona– Y, lo peor, es que nos vendamos nosotros mismos para vendérselo a los de fuera. Solamente por el beneficio individual, pero es la sociedad en la que vivimos”. Además de filósofo, también es pintor. Quienes quieran conocer su obra pueden hacerlo hasta el 25 de enero en Afundación.
¿Cuáles son sus barrios?
Todos, es que no tengo un barrio ya... Yo soy un can de palleiro coruñés. Los veranos los pasaba en As Xubias, viví en Cuatro Caminos, luego en A Falperra y ahora llevo en la plaza de Pontevedra ya catorce años. Tuve estudios en Os Mallos, en Inés de Castro... ¿De dónde soy? Soy un desarraigado, siento la ciudad como completa. Por momentos me siento de este barrio y por momentos, de este otro. Eso sí, soy coruñento a muerte.
¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de la ciudad?
Quizá, de lo que me acuerdo, es de los jipis en agosto.
¿En el Agar?
Sí, no había otros. Es una cosa que me llamaba muchísimo la atención. Eso y comer un helado en La Marina. Para mí, eso es el recuerdo coruñés, coruñés.
¿Y siempre supo que quería ser pintor?
Siempre fui mal estudiante. Pero no alborotaba la clase, vivía en mi mundo lleno de pajaritos. Me gustaba Filosofía, Literatura Gallega, Arte y poco más. Llegué a tercero de Sociología e hice un año de Publicidad pero yo lo que quería era pintar.
¿Qué le hace sentirse orgulloso de la ciudad?
Es una pregunta complicada... Una cosa que me encantaba era la buena vida que había en esta ciudad. Podías comer, beber, tener una vivienda estupenda y no hacía falta ser muy rico. Había una dignidad. Yo viví una temporada en Barcelona y pensaba qué afortunados éramos en A Coruña. Ahora eso se está perdiendo. Igual que esa fraternidad y esa vida de barrio. Estamos convirtiéndonos en una ciudad no sé si demasiado cosmopolita o de quita y pon. Estamos perdiendo la esencia. ¿Qué nos caracteriza? La pasión. Y la fiesta. Cuando hacemos algo, es a muerte. ¿Por qué va la gente al fútbol? Por esa pasión. Y por la fiesta. Esto es así.
No hacemos las cosas a medias...
No. Yo soy de blanco o de negro. Y, en cambio, mi vida se rige mucho por los puntos medios. Pero yo lo veo todo o de puta madre o una puta mierda. Bueno, tú dirás o muy bien o muy mal.
Si quiere dejo los tacos...
Yo lo veo todo una maravilla o digo: esto no. Y las cosas que están bien, doy por supuesto que tienen que estar bien y las celebro menos de lo que debería. Quizá sea también autoexigencia vital y profesional.
¿Y qué es lo que no le gusta de A Coruña?
Que se esté convirtiendo en una ciudad invivible. No es nada coruñesa, nos estamos convirtiendo en una ciudad como cualquier otra del mundo.
¿Y si le pregunto por su visión como artista?
Puf... Pasa palabra.
Hombre, algo podrá decir...
Pues mira, creo que hay muy buenos artistas. Muchos de ellos despreciados y no considerados. En esta ciudad no se contempla al artista como se hizo en otros años. En los 80, los 90 y una pequeña parte de los 2000. Pero, desde el boom del ladrillo, desaparecimos. Pero a todos los niveles: para el coleccionista pequeño y para las instituciones lo que está de moda es la sostenibilidad y la cultura no interesa a nadie. El trabajador cultural se ha quedado siendo un paria social. Estamos matándonos por mantener algo y, al final, los homenajes siempre son a los mismos. Yo he ido viendo cómo se han ido muriendo artistas como Alfonso Abelenda, Chelín, Jorge Peteiro, Xaime Cabanas... En los últimos tiempos se les hizo una exposición homenaje a Peteiro y a Cabanas. ¿Y todos los demás? ¿Por qué ninguno tiene una calle? ¿Por qué el monumento de Peteiro está sin pintar desde hace años? ¿Por qué no se hace obra pública? ¿Por qué no se cuida a nuestros artistas? Tenemos un Leopoldo Nóvoa que se le metió una cosa ahí por el medio y que hubo que restaurar... Es un desprecio absoluto. Por parte de todos.
A veces parece más filósofo que pintor...
Es que yo tenía que haber estudiado Filosofía. A mis hijas, todos los días, a la hora de comer, les digo: Lección de filosofía de hoy. Me pongo trascendental y muy serio.
¿Y ellas qué dicen?
Me dicen: “Vale, papi”. Les entra por aquí y les sale por allí. Pero esperemos que algo les quede. La verdad es que cada día me convierto en una persona más sensible. A todo en general.
Pues hay quien dice que con la edad se va endureciendo uno...
Qué va, todo lo contrario. Yo soy incapaz de entender que alguien tire una colilla al suelo. Me parece algo medieval. No me entra en la cabeza. Mira cómo está la playa. El 99% de la basura que hay es humana. ¿Por qué escojo yo este rincón? Paso todos los días por aquí, de camino al estudio, para pasear al perro y para correr. Y me baño muchos días antes de que lleguen los Golfiños de Riazor. Y cuando salgo del agua, en invierno, lo que encuentro es basura humana. Y en esta ciudad que no tenemos campo da festa, esta es la zona de esparcimiento más importante. La pandemia lo demostró. Y no tiene el mantenimiento que debería.
Cuando viene alguien de fuera, ¿a dónde lo lleva?
Hombre, La Marina. La bahía. La Ciudad Vieja, que es a los sitios a donde suelo ir. Cuando estoy un poco tal, voy a pasear por allí. Que me alegro que sea distinto a otras ciudades, donde la parte vieja es un cachondeo y todo ruido. Y este es un rincón secreto coruñés, un barrio muy auténtico y no hay follón. Y otro sitio a donde los llevo es al monte de San Pedro, para que tengan la visión de la península. Y, dependiendo de quien sea, lo puedo llevar a la cervecería de Cuatro Caminos. Y, evidentemente, a comer un buen pescado.
Si pudiera hacer un viaje en el tiempo, ¿a qué época iría?
No lo sé. A las épocas te remites más bien por las personas que te acompañaban más que por la ciudad. Todos tenemos ese mundo feliz en la infancia... que luego igual no es tan feliz pero lo recordamos así. Yo volvería a la Coruña de las faldas de mi madre (sonríe). Y me da igual qué año sea, con estar agarrado a las faldas de mi madre.
¿Bonilla o Timón?
Timón. Viví al lado del Timón toda la vida, así que... Churros del Timón, sin duda. A mí no me llevaban a Bonilla.
¿Monte de San Pedro o jardines de Méndez Núñez?
Buf... es que, ¿qué quieres, mano derecha o mano izquierda? No puedo escoger. Los dos.
¿Calle de la Estrella o calle de la Barrera?
Galera.
Queda en el medio...
Exacto. Nin arre nin xo. Así voy a las tres (risas).
¿Bebe agua de Emalcsa o embotellada?
De Emalcsa, sin duda.
¿Un baño en la playa de Riazor o en la playa del Orzán?
Ahí es complicado también...
Esa es la gracia de este juego...
Es más complicado. Probablemente Riazor, aunque frecuento las dos.
¿Se mueve por la ciudad a pie o motorizado?
Casi siempre a pie. Y, últimamente, en bus. Vivo en el centro, voy andando a todas partes. Cojo el bus para ir a As Xubias. Si no, veinte o veinticinco minutos los camino sin ningún problema.
¿Helados clásicos de la Colón o la Ibi o sabores modernos?
Tengo que reconocer que hace tiempo que me pasé a los helados sin leche. Pero fui mucho de la Colón y era de ron con pasas y tutifruti.
Sabores un poco viejunos...
Sí, mi mujer siempre se reía de mí cuando los pedía: ron, ron con pasas, tutifruti... pero son sabores muy coruñeses.
¿Prefiere una verbena o un concierto en el Coliseum?
Ninguno de los dos. Soy más de un concierto en una sala pequeña. Soy más del Filloa o del Garufa.
¿Carnaval o San Juan?
Me gustan mucho los dos, pero yo creo que me quedo con el San Juan. Aunque no me gusta el San Juan actual, me gusta el que viví de niño, en As Xubias, cuando podías llegar a las tres de la mañana. Los mayores se iban para casa y tú te podías quedar por la calle y no pasaba nada. En cambio, tanto el San Juan como el Carnaval actuales de la ciudad creo que se están desfasando. Se están convirtiendo en unas fiestas en las que la gente vienen a liarla gratuitamente y nada más. Creo que nos hemos pasado de tamaño de fiesta ya. Es más, en los últimos años me he ido de la ciudad en San Juan. No me gusta quedarme porque creo que hay demasiada violencia y demasiada agresividad. El espíritu y lo que significa me encanta, pero no como se está celebrando actualmente.
¿Es más de chorbo o de neno?
Neno. Sin duda. Reivindico el neno (risas).