Ignacio Benedetti | “Era mal estudiante pero la Checa me redimió”

Del París al Riazor, pasando por el Equitativa, donde solía ir con sus compañeros cuando ‘lataba’ de estudiante, la vida de Ignacio Benedetti está vinculada al cine y a los cines de la ciudad
Ignacio Benedetti | “Era  mal estudiante pero la Checa me redimió”
Ignacio Benedetti, en la cafetería de la Hipica | Patricia G. Fraga

Ignacio Benedetti (Caracas, 1959) nació fuera de A Coruña “por accidente”, aunque ejerce como coruñés de pro desde que volvió, con cinco años. “Coruñés con L, que diría Paco Vázquez”, añade. Aprendió inglés para leer las revistas que compraba en el quiosco de la Marina, todas de cine, una pasión que le ha llevado a ser productor, el mayor distribuidor de DVD de cine gallego o a lugares tan inhóspitos como Spitzbergen, Groenlandia o la Antártida (“en la cama de Shackelton y en la cabaña de Scott”), donde ha rodado varios documentales para alertar sobre el cambio climático. 

 

Elige para la foto la cafetería de la Hípica. “Donde estamos ahora no dejaban pasar hasta que tenías 18 años –recuerda–; cuando teníamos 16 nos colábamos con algunos grupos mayores pero siempre con miedo a que nos echaran”. La Hípica es la sociedad a la que ha estado vinculado desde niño: “Me siento cómodo y tiene unas vistas espectaculares”.

 

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña? 
Tengo más dentro de casa pero vinculados a la ciudad, tal vez porque está filmado en super 8, es en el tiovivo de Méndez Núñez. Tenía cinco años pero, sin estar filmado, recuerdo mío propio es estar con mi padre con seis años, en el cine París, viendo un festival de Tom y Jerry.

 

Parecía inevitable que su primer recuerdo esté vinculado al cine. 
Sí, en el París con su pantalla, de formato académico, que era la que ya había en el cine mudo. Pero tengo más recuerdos: en el Equitativa de sus primeros tiempos, y, con ocho años, en Riazor. Recuerdo estar allí un domingo y ver que los telones se abren más de lo normal. La película era ‘Estación polar Cebra’. Aquí se proyectó en 70 milímetros y aquello me dejó asombrado.

 

Además de los cines de su infancia, ¿cuáles son sus rincones en A Coruña? 
Yo siempre viví en Ciudad Jardín pero me gusta mucho la plaza de las Bárbaras. Recuerdo echar cine allí, ‘La novia cadáver’... espectacular.

 

¿Y dónde fue al colegio? 
Yo estudié en la Academia Galicia, pero sexto de Bachiller lo hice, por mal estudiante, en la Checa, con don Manolón y don Miguelón. Un día habíamos ‘latado’ a clase y don Manolón se enteró –por un chivato, que a día de hoy sé quién es (risas)–, de que estábamos en el Equitativa y el célebre Chousas nos sacó a todos a la calle.

 

No tiene pinta de ser mal estudiante ni de los que lataban. 
Digamos que la Checa me redimió (risas). Yo era muy distraído, estaba en mi mundo. De hecho, una vez en la Academia Galicia, don Carlos Seoane, que nos daba latín, no podía venir y había dado una clase con grabación magnetofónica. De repente, en medio de la grabación, se oye: “¡Benedetti, atienda!” (risas).  Pero en la Checa, para poder salir tenías que estudiar y no había excusa.

 

Le llamaban la Checa por algo... 
En realidad, se llamaba Séneca, pero todo el mundo le llamaba así. Te tenías que examinar por libre y aprobé todo.

 

Y con nota, como para no hacerlo. 
Con nota, sí, y al año siguiente ya hice COU en el Agra del Orzán y luego me fui a Barcelona a estudiar Ciencias de la Información.

 

¿Por qué Periodismo? 
A mí siempre me gustó el cine. Siendo estudiante ya escribía en una revista que se llamaba ‘Cinema 2002’ donde empecé con 15 años. Mandé un artículo sobre técnica de cine, para mi sorpresa les gustó y empecé a escribir. Periodismo era lo más vinculado a lo que yo quería. No pude entrar en Madrid y me fui a Barcelona. Luego ya hice estudios de posgrado en lo que me gusta, dirección de cine y guion.

 

¿Cómo acaba llegando al mundo del cine? 
Al volver de Barcelona, durante un tiempo, continué con una empresa de bienes raíces familiar y seguía coleccionando cosas, sobre todo cartoons, siempre me gustó mucho la animación, sobre todo el stop motion. Por eso fue muy especial para mí conocer a Ray Harryhausen. Un día, a finales de los ochenta, una amiga profesora me llama para hacer una proyección de cine en el colegio de Rus, en Carballo. Fue un éxito tremendo, se enteran en el Concello y de ahí me empiezan a llamar de más sitios. Ese fue el germen con el que se fundó mi productora, con la exhibición, pero yo empecé con el Super 8.

 

Esa es una palabra que le acompaña siempre.
Digamos que mi vida es el Super 8. No me puedo comparar con J.J. Abrams pero su infancia , que cuenta en la película ‘Super 8’, es como la mía: Compraba la revista ‘Super8 Filmmaker’, los mismos aparatos, las mismas lecturas...

 

¿Cómo de grande es el cine que tiene en su casa? 
La pantalla no es grande, es de dos metros por sesenta y seis. Tengo otro en el trabajo, con una pantalla de cinco o seis metros, ya en condiciones. Pero mi cine personal tiene telón, apagado gradual, timbre como antiguamente en los cines...

 

Lo que muchos no saben es que tiene una importante colección de películas. 
Es un tema muy específico. No es lo mismo tener un incunable o un cuadro de un autor que un positivo de 35 milímetros de un cartoon en nitrato del año 32. Yo tengo el soporte en fílmico, porque hoy en día todo está en digital.

 

Y usted siempre se manifiesta en contra del digital... 
Yo estoy en contra, pero también estoy a favor. Lo digital está bien para popularizar y difundir material que tienen solo unos coleccionistas en el mundo. Ahora, yo valoro el hecho de que el propio positivo fílmico sea de los años treinta y que, por los azares de la vida, acabase en mi poder. Y ver eso con el proyector, con las bobinas girando, te da una sensación de comunión casi con la obra y con la gente que la ve contigo. Esto es una pasión compartida.

 

Si tuviera que salir corriendo de casa por un incendio con una pieza de su colección, ¿cuál sería? 
En cortometrajes, un positivo en 35 milímetros en imbibición technicolor, un nitrato de ‘Coal Black and De Sebben Dwarfs’, de 1943, que hoy sería políticamente incorrecto. Y en largometrajes, tal vez, una versión en estreno en 35 milímetros de ‘Fantasia’, de Walt Disney, sin censurar. Y ‘Jasón y los argonautas’, que es una de mis películas favoritas. Cae al menos una vez al año.

 

¿Qué le hace sentirse orgulloso de su ciudad? 
Mira la vista que tenemos aquí en la Hípica... Me hace sentir orgulloso el entorno paradisiaco, un poco destruido por la mano del hombre en los últimos cincuenta o sesenta años. A ver qué ciudad tiene tantas playas en el entorno urbano. Y también las gentes. Desde María Pita hasta Amancio Ortega, por no hablar de Picasso, que estuvo pocos años pero fueron decisivos. El hecho de que se haya abandonado un poco este tema creo que es un error.

 

¿Y qué es lo que no le gusta? 
Uno de los lemas que aprendí de mi madre es: “Hay que desterrar lo feo”. El urbanismo de ciertos barrios. Y tiene solución, lo que no hay que ser es cortoplacista.

 

Si tuviera una máquina del tiempo, ¿qué época querría visitar? 
Yo estoy en el presente y creo que hay que tirar p’alante. Me gustaría haber estado defendiendo la ciudad contra Drake. Aunque no sé si en primera línea (risas). 

 

Preguntas Cascarilleiras

Si tuviera que elegir, ¿churros de Bonilla o del Timón?
De Bonilla. Ahora no los puedo tomar, que soy diabético, pero son cosas que asocio a la infancia. Los del Timón están muy ricos también pero los conocí ya siendo mayor.

 

¿Prefiere el monte de San Pedro o los jardines de Méndez Núñez?
El monte de San Pedro es impresionante pero mi infancia está en los jardines.

 

¿Calle de la Estrella o de la Barrera?
Yo abandoné la bebida a los once años (risas) después de haber bebido vino, que entonces se daba a los niños, que me sentó fatal. Sí recuerdo Otero, en los Olmos, y una sala de máquinas, el Cerebro, así que los Olmos.

 

¿Suele beber agua de Emalcsa o la prefiere embotellada?
Embotellada. No es que la de Emalcsa esté mal pero una vez hice una publicidad para un cliente de agua embotellada y desde entonces bebo esa. Yo doy de comer a quien me da de comer.

 

¿Playa de Riazor o playa del Orzán?
A ver, hoy por hoy, Riazor. Cuando era niño, había unos riachuelos sospechosos. Todos los domingos en verano, a primera hora, voy a bañarme en A Lagoa, lo que llaman As Lapas. Y esa es mi playa favorita.

 

¿Recorre la ciudad a pie o  es de los que van motorizados?
Yo soy un coruñento (risas), eso quiere decir que en coche. Para ir a mi trabajo, que está tal vez en el lugar más horrible concebido por la civilización occidental, que es junto a la Refinería, en el término municipal de A Coruña, en Nostián.

 

La Refinería por la noche es un paisaje muy ‘Blade Runner.’..
Efectivamente, con los años he sabido apreciar ese paisaje industrial pero de buenas a primeras...

 

¿Helados tradicionales de la Colón o la Ibi o sabores más modernos?
Como soy diabético, ya no tomo pero en su día era de la Ibense. Con sus mesas de mármol blanco...

 

¿Es más de una verbena o de un concierto en el Coliseo?
De un concierto, más que una verbena. La verbena no me gusta.

 

¿Carnaval o San Juan?
San Juan. No me gusta una cierta deriva que está teniendo en los últimos años pero soy de San Juan porque recuerdo a Calín y a su hermano pidiéndonos ayuda y una iniciativa que después creció y tuvo sus reconocimientos.  

 

¿Dice más chorbo o neno?
Ninguno de los dos, no digo ninguno. Pero, al hablar de la Checa, he dicho ‘latar’, que debe de ser una palabra en koruño porque en otras partes no lo dicen de esta forma y tampoco lo entienden, así que algo de koruño sí que creo que hablo. 

Ignacio Benedetti | “Era mal estudiante pero la Checa me redimió”

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