Fernando Bonilla | “Si paso cuatro días fuera de La Coruña, entro por Lavedra y me da un escalofrío”

Coruñés de la calle Vista, de San Andrés y, sobre todo, de la Galera, en donde pasó su infancia y donde está la churrería más antigua del negocio familiar que todavía sigue funcionando
Fernando Bonilla | “Si paso cuatro días fuera de La Coruña, entro por Lavedra y me da un escalofrío”
Fernando Bonilla, con la moto en la que su padre repartía churros en los años cincuenta / Quintana

Entrevista CTV

 

Su apellido evoca unas patatas riquísimas, desayunos de domingo y cumpleaños de los ochenta. Fernando Bonilla González (A Coruña, 1964) es el presidente de una empresa familiar que produce más de 500 toneladas de patatas fritas al año. “Antes de la pandemia, hacíamos aquí en la fábrica 26.000 churros diarios, aunque desde entonces ha bajado –explica–; tenemos 800 puntos de venta”. 


Repasa las fotos familiares con cariño hacia su madre y su padre. “Teníamos una lanchita de madera que solo ir del dique de abrigo a Mera íbamos mi madre y yo llorando –evoca–; recuerdo estar fondeados y a mi madre decir: ‘Vámonos, César, que está entrando la niebla’. Eso significaba que se iba a llenar la churrería”.

 

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña? 
De la casa donde vivíamos... Que tiene gracia, que es Bonilla a la Vista y vivíamos en la plazuela de Vista. Está en la Mantelería con Orzán. Y de la churrería de la Galera. Del cole iba para allí.

 

¿A qué colegio fue? 
A la Academia Galicia. Hasta octavo de EGB, que cerró. Después fui a Zalaeta y luego a Maristas. Y ya, cuando fui a Zalaeta... ahí fue mi perdición (risas).

 

¿Por qué? 
Venía de un colegio de esos de “la letra, con sangre entra” y ahí eran todo libertades. Y encima mixto, un desastre. Y luego, ya en segundo de BUP, me fui a Maristas. Ahí hice muchos amigos, pero todos los que me sé el nombre y apellidos son de la Academia Galicia, porque pasaban lista todos los días. 


¿Y era buen estudiante o era de los revoltosos? 
Bueno... En la Academia Galicia aprobaba todo, era de bienes. Mi hermano era muy buen estudiante y recuerdo un profesor (creo que fue la única castaña que me dieron allí), el de francés, que me decía: “Ya podías ser como tu hermano”. En ese colegio formábamos en el patio, subíamos formados a clase. Las escaleras estaban abombadas de subir formados de dos en dos.  

 

¿Era más duro que la Checa? 
No sé, ahí también estuve una temporada pero creo que cogí la buena época de la Checa. En el colegio, formábamos en el patio y, si alguien se movía, el director lo sacaba al medio y le daba unos bofetones. Después, cuando  estuve en Maristas, había tres profesores que habían pasado por la Academia de Galicia y decía yo: “Quién te ha visto y quién te ve”. Porque allí ya no podían cascar.

 

Dice que no era un gran estudiante. ¿Siempre tuvo claro que acabaría en el negocio familiar? 
A mí siempre me gustó...

 

¿Que habría hecho si no? 
No sé... Empecé a estudiar Empresariales pero no lo acabé. Siempre estuve en el negocio. De hecho, mi hermano y yo nos quedábamos a cerrar cuando mis padres iban a cenar. No había lavavajillas y a lo mejor cerrábamos a las diez y salíamos a las once. Cogíamos un plato combinado en el Linar y nos lo tomábamos allí. Los fines de semana recuerdo ir a los jardines de Méndez Núñez con los hijos de los negocios de por allí: los del Marfil, de la peluquería África... Años más tarde, tenía que ayudar los fines de semana. Yo le preguntaba a mi madre: “¿Me tengo que quedar?”. Y ella, con dolor de corazón, me decía: “Mira cómo estamos”.

 

Eran tiempos en los que los hijos tenían que ayudar en los negocios a los padres...
Me acuerdo una vez que mi padre me dijo: “Baja a las cinco que te voy a enseñar a amasar”. Y allí fui yo ¿y te crees que no estaba? Y me dijo el camarero: “O amasas o no podemos abrir”. Me salió bien de casualidad. Después, las que abríamos nuevas, iba yo. Recuerdo en Cuatro Caminos que me fallaba el repartidor casi siempre...

 

¿Y quién repartía? 
Pues arrancaba yo con la vespino y ya llegaba tarde, claro. Llevaba cada bronca (risas). Más tarde ya repartía en coche pero al principio era en la vespino. Y años después también iba a cobrar, que era un marrón. Ahora, gracias a Dios, cobran los repartidores.

 

Hemos hecho la foto en la fábrica, junto a la moto de su padre, por el valor sentimental que tiene. Si no hubiera sido aquí, ¿qué rincón de A Coruña hubiera escogido? 
Para mí, la foto sería en la Galera. Y, si no, me gusta mucho el Náutico. Pasábamos allí el día. En el instituto, por la tarde, no había clases y pasábamos el rato allí. Tomábamos el sol, nos bañábamos, íbamos a navegar... Sigue siendo mi pandilla.

 

¿Cuáles son sus barrios en A Coruña? 
Cuando nací, vivíamos en la calle Vista, junto a Mantelería. Luego nos fuimos a la plaza de Santa Catalina, junto al Banco de Santander. Mi padre vivió hasta que murió en esa casa. Yo viví una temporada en A Zapateira y ahora llevo dos años en la Ciudad Vieja, que me encanta. Pero voy a volver a San Andrés.

 

¿Si viene alguien de fuera, a dónde lo lleva? 
A mí me pasa una cosa: si salgo de La Coruña más de tres o cuatro días, entro por Lavedra y me da un escalofrío. Cuando vinieron los coreanos, los llevé a una parrillada, al monte de San Pedro y a la Torre de Hércules, pero arriba de todo. Y eso que pagaron ellos, que no cobraban con tarjeta, tuvieron que aflojar (risas).

 

¿Subieron hasta arriba? 
Hay que subir. Yo lo he hecho varias veces. Es precioso. 


Le iba a preguntar qué echa de menos cuando no está aquí pero... 
Estoy siempre aquí. La verdad, pocas veces salgo. Estuve en Seúl una semana cuando fue lo de las patatas. Una maravilla. Las dependientas de las tiendas se querían hacer fotos conmigo.  

 

Como si fuera un famoso...  
Sí, igualito. Y estuve ahora hace poco en Estados Unidos con mi hijo, que es el que tira de mí. Porque yo, la verdad, estoy muy bien aquí. ¿Sabes lo único que me gusta? A lo mejor en enero o febrero,  que ya lo hacían mis padres, irme una semana a Canarias. Y eso que me dicen que ahora está a tope. Y, después, en verano, cuando puedo, me escapo al barco.

 

¿Y un defecto que tenga A Coruña o los coruñeses? 
No sé...

 

Algunos dicen que el nordés... 
Si hace nordés es que hace bueno, es fundamental para que despeje. Algo malo... Parece que nunca queremos a los de aquí, que tienes que triunfar fuera para que te valoren. Ese es un defecto que tenemos todos, yo también. De todas formas, yo sé que nos valoran porque en la provincia de La Coruña y en Galicia es donde más vendemos.

 

Si tuviera la capacidad de hacer un viaje en el tiempo, ¿a qué época de A Coruña iría? 
Me encantaría ir a los inicios de cuando empezó mi padre. Al año 49, cuando abrieron en la calle del Orzán. Mi padre contaba que iban a desayunar los padres del de Estrella Galicia y Alfonso Molina, que iba a leer los periódicos y a enterarse de lo que había pasado antes de acostarse. También tenía muy buena relación con Paco Vázquez y a veces le llevaba el desayuno a Gandarío. 

 

Preguntas Cascarilleiras

Esta pregunta se la hacemos a todo el mundo aunque, en este caso, imagino la respuesta. ¿Churros de Bonilla o del Timón?
Un día probé los del Timón, porque me los trajeron. Sé que fríen en buen aceite, el chocolate es como el nuestro, es también una familia... Sé que es calidad, si no no podrían tener éxito. Es otro tipo de churro y recién hecho está rico. Yo no voy porque, imagínate que me ven entrar. Y como aquí todo se sabe... Lo que no me gustó a mí fue cuando abrimos nuestra peor churrería enfrente. No nos renovaban, no nos dejaban hacer reforma y, en cuanto pude, esa la cerramos. Y seguimos vendiendo igual o incluso más.

 

¿Méndez Núñez o monte de San Pedro?
Méndez Núñez, porque lo viví más. El monte de San Pedro me gusta pero... Andar en bici, los caballitos, el fútbol, que jugábamos allí, escalar el monumento a Curros, frente a la discoteca Gabeiras, que íbamos con quince años...

 

¿Calle de la Barrera o de la Estrella?
Estrella. Yo viví esa época del quinto, que estábamos en la calle con el quinto de cerveza. Ahora no hay quintos, son todo tercios. Y yo viví aquella época en la que, en la curva, no había manera de pasar. Se amontonaba allí una cantidad de gente.

 

¿Bebe agua de Emalcsa o embotellada?
Suelo beber agua con gas. La de Cabreiroá.

 

¿Playa del Orzán o de Riazor?
Siempre fui más a Riazor. Ya de pequeño con mi madre. Y últimamente, a veces, voy solo allí a las Esclavas, para darme un baño. Me gusta. Sin ser verano-verano. Yo tengo barco y me encanta ir al barco. Siempre fuimos en barco. Ya de niño íbamos en una pequeña de madera que solo ir del dique de abrigo a Mera íbamos mi madre y yo llorando.

 

¿Se mueve por la ciudad a pie o va motorizado?
No, yo el coche solo lo uso para venir aquí [a la fábrica de Sabón]. Yo vivo en la Ciudad Vieja y el otro día tenía que llevar unos papeles al banco y luego ir a la ronda de Nelle. Pues fui andando. Yo camino todos los días 12.000 o 13.000 pasos. Voy andando siempre porque, además, ¿dónde aparcas?

 

¿Es de helados tradicionales, como los de la Colón o la Ibi, o de sabores más modernos?
No, yo soy de chocolate y vainilla. Suelo ir a la Colón pero también voy a Bico de Xeado, a la Ibi... aún el otro día fuimos a Puerta Real. Hay muchos sabores y alguna vez probé la straciatella, pero yo soy tradicional, a mí no me saques de vainilla y chocolate.

 

¿Es más de verbena o de concierto?
De concierto. Yo creo que el concierto que más disfruté en mi vida fue el de Maná. Fue hace muchos años ya, en el Coliseum, pero lo pasé muy bien.  

 

¿Le gusta más Carnaval o San Juan?
Hace seis años que no bebo ni una gota y de noche no suelo salir, pero me gusta más San Juan. Me gustan las sardinas, hacer la brasa...

 

¿Dice más chorbo o neno?
Chorbo no digo. Neno... alguna vez. 


 

Fernando Bonilla | “Si paso cuatro días fuera de La Coruña, entro por Lavedra y me da un escalofrío”

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